Cerro Rico |
Luciendo modelito frente a la boca de la mina |
Hoy, hemos entrado en una de las más antiguas para entender un poco como se trabaja y como es por dentro. Técnicamente, la explotacioon no difiere mucho de una de carbón.
Actualmente es prácticamente imposible conseguir vetas de mineral más o menos puro así que lo que se extrae en un mineral mezcla de plata (poca), y zinc, en su mayoría, y otros metales. La mina es lo que me esperaba, nada me sorprendió, pero si todo lo que hay en torno a ella, a los trabajadores, al ambiente y a las actitudes.
Trabajadores y visitantes comparten espacio, algo inaudito |
Para empezar, es llamativo girar visita a una mina en plena explotación, con las vagonetas y los mineros moviéndose y trabajando normalmente.
Hay que observar que las medidas de seguridad eran tan simples como poner un casco, más que para proteger, para sustentar la luz eléctrica. Y es que hemos pisado por suelo con barro y por tanto resbaladizo, y hemos pasado sobre maderos que cubrían pozos verticales de forma bastante precaria.
Atravesando el hueco sobre un simple tablón resbaladizo |
Aunque nada ocurrió, una caída hubiese sido bastante probable. Y hemos bajado escaleras de madera hechas artesanalmente para alcanzar niveles inferiores..., en fin, algo bastante insensato, más si tenemos en cuenta que la visita no incluyó ningún tipo de seguro médico. A mi no me cabía en la cabeza todo lo que estaba viviendo.
Otra cosa, aquí, que nadie busque al ingeniero que dirige la mina. Resulta que todo es un caos organizado, al punto que un minero decide por su cuenta abrir una nueva galería porque encuentra una veta y decide seguirla. Y si es fructífera, se convierte él, o el grupo, en dueño y señor y decide y negocia..., o eso entendì. En fin, todo un poco raro desde el punto de vista organizativo. Dada las circunstancias, imagino que por aquí nadie estudia ingeniería de minas, pa qué.
En lo personal los mineros son muy supersticiosos, cosa que ya me imaginaba.
Ofrenda a "EL Tío" |
Adoran a un ser extraordinario al que llaman "El Tío"; un ser a caballo entre lo profano y lo sagrado y que, al parecer, existe desde el tiempo de las colonias. Tiene figura de demonio, al estilo clásico, con cuernos y todo, y porta un magnífico falo que atañen a la fertilidad propia de los mineros. O sea, que los bolivianos siendo como son católicos (y mucho) en más de un noventa por ciento, a la luz del día se encomiendan a Dios y allá abajo, al señor de los infiernos. Así cualquiera, ¿no?.
Los visitantes, casi siempre turistas, portan ragalos para los trabajadores: refrescos, hojas de coca, que consumen en cantidades enornes, tabaco y alcohol. Y ojo, cuando digo alcohol me refiriero a licor de caña de azúcar de 96 grados. Estos regalos se compran en un una tienda a la que te lleva el organizador de turno; no deja de ser algo "obligado", aunque nadie te obliga a comprar.
Así que hicimos una paradita en los aposentos de "El Tío" y nuestro guía formalizó ofrendas pidiendo su protección
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Una visita interesante, y sorprendente que no tengo claro si realmente mereció la pena.
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