miércoles, 3 de junio de 2015

Puquio

Puquio, aquí me dejo el bus. Una "mini van" como la llaman por acá. En realidad es una Hyunday de 9 plazas que hábil y comercialmente adaptan para 12, así que los equipajes van sobre el techo. Pero claro, esta vez iba una bicicleta con tres mochilazas que es como el espacio de una buena moto y el conductor por no perder negocio se las ingenió y salimos como una camioneta de expedición a algún sitio remoto. Y diré que salimos cuando les pareció a no sé cuántos. Acá las cosas se toman con calma y si no, veamos: ¿salimos pronto?, en media hora, me contesta. Pasa más de una hora y pregunto de nuevo, el conductor me señala al bar de al lado y dice que espera a un pasajero. Pasa un rato largo y seguimos igual. Estará en el baño, se habrá desmayado, se habrá muerto?. Pues no, coño, que el tipo estaba comiendo un plato de espagueti mientras el bus esperaba lleno de gente achicharrada de calor. Eso es tomar las cosas con otro ritmo vital... ¿o no?.



Dentro íbamos como sardinas, pegaditos como novios primerizos. Varias horas de viaje jodidisimas porque hay un millón de curvas a cada cual mas chunga. Estamos subiendo los Andes. La chica que esta a mi lado vomita lo de hoy y lo de ayer, dos criaturas de menos de tres años sobre las piernas de sus papás, una radio que emite cumbias   s-i-m-p-a-r-a-r, cuyas letras eran mas machistas que la ideología de El Fari , y ojo, que el conductor debía estar más sordo que una pared porque el volumen era de discoteca . Y el cinturón de seguridad, ¿que es eso?, ni Dios lo llevaba puesto. Ahora que pa qué, viendo los precipicios que había..., total, si hay que ponerse el cinturón se pone, pero ponerlo pa na..., que ya lo dijo el conductor: -Hace (nosecuanto) se callo un autobús con viajeros y los subieron del fondo del valle a cachitos; cómo me elevo la moral el muy jodido. Y luego, a los de carreteras les dio por cortar el tráfico porque estaban  asfaltando y durante cuarenta y cinco minutazos ni para arriba ni para abajo, cortado pa todo dios en ambos sentidos. Salimos del coche aburridos y con ganas de mear y sin cortarnos ni un pelo la sacamos y a mear en grupo. Que oye, tan agustito, y cogimos ya una confianza entre los viajeros de los más maja. Y es que no hay nada para las relaciones humanas como orinar en manada. Y nos dio la noche, porque oscurece a las seis en esta época del año, y arrancamos, y llegamos al pueblo, y yo montando el equipaje en mi bici rota, a oscuras, y hala, tira para el centro a buscar una camita donde dormir a esas horas en un pueblo que ni conozco y no me conoce ni dios. Pues eso, que me pareció una jornada de esas donde tu vida es por unas horas como unas cuantas secuencias de una película de aventuras. Y para aventurero yo, o sea, que aunque parezca que me quejo en  realidad lo pase de puta madre.

Y al final encontré un hotel majísimo y me rebajaron unos soler por mis dotes de regateo, o porque estaba sucio, sudado, y desaliñado como un pordiosero. Y he cenado muy bien por un precio que no diré para no dar envidia a los de España.

Y ahora a reparar la bicicleta, lavar ropa y descansar una jornada para seguir subiendo montañas.  Bye!!

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