Puquio, aquí me dejo el bus. Una
"mini van" como la llaman por acá. En realidad es una
Hyunday de 9 plazas que hábil y comercialmente adaptan para 12,
así que los equipajes van sobre el techo. Pero claro, esta vez iba una
bicicleta con tres mochilazas que es como el espacio de una buena moto y el conductor por no perder negocio se las ingenió y salimos como una camioneta
de expedición a algún sitio remoto. Y diré que salimos cuando
les pareció a no sé cuántos. Acá las cosas se toman
con calma y si no, veamos: ¿salimos pronto?, en media hora, me
contesta. Pasa más de una hora y pregunto de nuevo, el
conductor me señala al bar de al lado y dice que espera a un
pasajero. Pasa un rato largo y seguimos igual. Estará en el baño, se habrá desmayado, se habrá muerto?. Pues no, coño, que el tipo estaba
comiendo un plato de espagueti mientras el bus esperaba lleno de gente achicharrada de calor. Eso es
tomar las cosas con otro ritmo vital... ¿o no?.
Dentro íbamos como sardinas, pegaditos como novios primerizos. Varias horas de viaje jodidisimas porque hay un millón de curvas a cada
cual mas chunga. Estamos subiendo los Andes. La chica que esta a mi lado
vomita lo de hoy y lo de ayer, dos criaturas de menos de tres años sobre las piernas
de sus papás, una radio que emite cumbias s-i-m-p-a-r-a-r, cuyas letras eran mas machistas
que la ideología de El Fari , y ojo, que el conductor debía estar más sordo que una
pared porque el volumen era de discoteca . Y el cinturón de seguridad, ¿que es eso?, ni Dios
lo llevaba puesto. Ahora que pa qué, viendo los precipicios que había..., total, si hay
que ponerse el cinturón se pone, pero ponerlo pa na..., que
ya lo dijo el conductor: -Hace (nosecuanto) se callo un autobús con viajeros y los
subieron del fondo del valle a cachitos; cómo me elevo la moral el muy jodido.
Y luego, a los de carreteras les dio por cortar el tráfico porque estaban asfaltando y durante cuarenta y cinco
minutazos ni para arriba ni para abajo, cortado pa todo dios en ambos sentidos.
Salimos del coche aburridos y con ganas de mear y sin cortarnos ni un
pelo la sacamos y a mear en grupo. Que oye, tan agustito, y cogimos ya una
confianza entre los viajeros de los más maja. Y es que no hay nada para las
relaciones humanas como orinar en manada. Y nos dio la noche, porque oscurece a las seis
en esta época del año, y arrancamos, y llegamos al pueblo,
y yo montando el equipaje en mi bici rota, a oscuras, y hala, tira para el
centro a buscar una camita donde dormir a esas horas en un pueblo que ni
conozco y no me conoce ni dios. Pues eso, que me pareció una jornada de esas
donde tu vida es por unas horas como unas cuantas secuencias de una película de aventuras. Y
para aventurero yo, o sea, que aunque parezca que me quejo en realidad lo pase de puta madre.
Y al final encontré un hotel majísimo y me rebajaron
unos soler por mis dotes de regateo, o porque estaba sucio, sudado, y desaliñado como un
pordiosero. Y he cenado muy bien por un precio que
no diré para no dar envidia a los de España.
Y ahora a reparar la bicicleta, lavar
ropa y descansar una jornada para seguir subiendo montañas. Bye!!
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