Diría, por hacer un juego de palabras, que llegué a La Paz después de alguna guerra. Y las guerras surgen el el caminar diario así que empecemos.
Salí de Copacabana antes que el sol asomara. Sabia que arrancaría en subida pero no que la puñetera fuera tan larga; hasta casi 13 km., y eso, a primera hora toca las narices un rato, pero pensaba que tendría otro tanto en bajada hasta Tiquina. Hacia un frío del carajo así que parti abrigado a tope: guantes de invierto, chaqueta térmica y cubre cuello hasta las cejas.
Las piernas es raro que las tape porque no me repercute demasiado, aunque ya tengo la piel quemada y reseca.
Llegue a una altitud de 4200 metros y debo reconocer que sigo teniendo que dar grandes bocanadas en busca de oxigeno porque aun no estoy aclimatado del todo.
La bajada fue larga hasta Tiquina, en el lado bolivariano del Titicaca, ahí tuve que subir la bici a una barcaza para atravesar el estrecho.
Coincidí con un matrimonio alemán de mediana edad que iban en un enorme camión adaptado como casa y con atributos suficientes para cruzar por cualquier desierto que se les ponga por delante. Me comentaba èl que vendieron todo en Alemania para poder realizar este viaje por el mundo en aproximadamente seis años, de los cuales llevan dos por América. Comentamos cosas, sobre la gasolina tan mala que usan por acá que hace que el camión suba lentísimo las cuestas, tanto que, bromeaba èl, a su mujer le daba tiempo a recoger flores al borde de la carretera. Y còmo les recuerdan a Hitler, o còmo enseguida te sueltan el rollo del imperialismo americano y que si Evo prohibió y que si Evo no se què… si, la verdad es que son pocos pero a mi me tocò dialogar con un exmilitar y joder, que peñazo me largó.
Y todo fue bien hasta que empezó el atardecer. Me habían dicho que en Batallas tendría alojamiento, sin duda. De nuevo una mala informacion porque el pueblo es grande pero solo un sitio tenia “hospedaje”. Me enseñaron la “habitacion” y salí corriendo, cabreado y diciéndole a la encargada que aquello no se le ofrecía, ni gratis, a un ser humano. Y es verdad, vaya mierda, un colchón hundido hasta el suelo, todo viejisimo y sin sabanas. Y un vàter asqueroso situado en otra planta. Por supuesto no había ducha y claro, toalla y jabòn para qué.
Unos kilómetros adelante decidí parar y montar la tienda a pesar de lo frías que son las noches, Vi una iglesia evangélica y un colegio al lado; la idea era pedir permiso para dormir dentro pero me informaron que llegaría muy tarde el encargado. Todas estas gestiones las hice con Oscar, un vecino, quien después de charlar un rato conmigo y, supongo yo, que visto que el viajero era un tipo de fiar, me ofreció un espacio en su casa. Y ahí pasè la noche, dentro de mi saco sobre un camastro y con unas mantas que me dejò. Muchas gracias a este chico y gracias generalizadas una vez màs al ser humano mas sencillo que es quien siempre esta ahi para echar una mano.
HACIA LA CAPITAL
Domingo, fiesta por serlo y festivo porque es el día del padre y además se celebra el Año Nuevo Andino, aunque como me decían hoy en una agencia, eso es una fiesta política del Evo.
De nuevo salí temprano. Pisè terreno blanquecino por la escarcha, me recibiò un frío de mil demonios y un ligero airecillo que llegaba frontalmente desde las montañas nevadas que flanquean la ciudad de La Paz hacia donde me dirigía. Trafico, trafico y trafico, una locura de vehículos conducidos por clones de los conductores peruanos, o sea, unos sinvergüenzas al volante. De nuevo jure y me cague en todo y en todos por lo irrespetuosos y salvajes que son conduciendo. Con todo el mundo que hablo están de acuerdo, y es que como me decían dos chicos esta mañana mientras les preguntaba “…ya, aùn estamos muy atrás”, muy retrasados en respeto, se refería. Lo siento, pero debo decir que en educación vial están bien jodidos pero en en educación cívica no aprueban ni el diez por ciento de los conductores con los que me he topado. A ver si aprenden de sus compatriotas de a pie que siempre me saludan y me animan con una enorme amabilidad.
Y de pronto llego a lo que yo creía un pueblo grande, en realidad las afueras de la capital. Y como estaban en fiestas era el mayor caos que vi nunca, así que parè, dejè la bici en la acera y me senté en uno de esos chiringuito callejeros donde venden comida de una forma que no pasaría el mas mínimo control sanitario.
Le pido a la mujer un plato de “aquello”, un popurrí de pasta carne, y otras cosa que no conozco. A mi lado, dos perros esperando cacho, en mi entorno todos comemos en silencio, otra mujer lava los platos con jabón en un barreño y los “aclara” en otro con agua. El “gringo” al que todos miran, acaba de comer, paga y se va. Voy a una tiendecita, pregunto si tiene botellas de agua de medio litro, me mira y me dice “tres bolivianos y medio”, pongo cara de mala leche, la miro y le digo “he preguntado si tiene gua, no su precio”.
La compro y sigo entre una maraña de gente cruzando corriendo entre coches y humos negros, perros por todas partes buscándose la vida, cientos de personas al borde le la carretera esperando un transporte de los tantos y tantos que hay… y lo que mas me jode, niños trabajando.
Ahí estaba un chaval de unos ocho años, en medio de la carretera con un cubo lleno de algunas golosina de colores ofreciendolos a los conductores de ambos lados. No es el primer crío que veo en Bolivia trabajando. Mas adelante, en la capital, mientras sacaba una foto a una estatua del Chè, otros dos niños ejercían de limpiabotas.
Cuarenta y cinco kilómetros faltaban hasta La Paz cuando empecé mi calvario particular en una carretera en proceso de ampliación. Al director de esta obra habría que arrastrarlo con el culo sobre ese suelo intransitable que tienen los desvíos. Baches, piedras, polvo. Es inhumano, y por si fuera poco hay cortes a la derecha de mas de un metro, sin arcén donde cobijarse. Pero la madre del cordero son un montón de piedras colocadas intencionadamente para que no pise nadie determinadas zonas.
Unas piedras grandes que si un coche tiene la desgracia de pisar le deja los bajos hechos papilla. Y para partirse de risa es que en un punto concreto aparece un "pago de peaje", lo que en realidad debería ser un "disculpes las molestias" se convierte en un cobro no se bien porqué, aunque obviamente yo pasè gratis. Lo dicho, un animal con titulo este tipo o tipos que dirigen la obra.
Había coches con pinchazos, es absolutamente normal, algún santo se apiadó de mí y permitió que mis ruedas ni reventaran ni pincharan. !!Loado sea el Santo¡¡
Y para que contar más. A esto me refería cuando dije lo de las guerra antes de llegar a La Paz. La salida de Lima, que tanto miedo me dio, es una broma comparado con lo de hoy.
Como curiosidad y dedicado a mis colegas telefónicos les dejo un par de instantáneas de cómo son algunas instalaciones de acometida telefónicas en la actualidad.
Yo juro que en todos mis años de profesional, jamas vi semajante cosa. Aquí, para arreglar una avería debes ser mas adivino que técnico, joder que galimatías.
He cogido un hotel con todos los servicio y barato y ya tengo el boleto para mi jornada en bicicleta en la bajada por la llamada “carretera de la muerte”, legendaria por su peligrosidad en otros tiempos. Mañana sabré como es actualmente.
ENLACE a fotografias
Salí de Copacabana antes que el sol asomara. Sabia que arrancaría en subida pero no que la puñetera fuera tan larga; hasta casi 13 km., y eso, a primera hora toca las narices un rato, pero pensaba que tendría otro tanto en bajada hasta Tiquina. Hacia un frío del carajo así que parti abrigado a tope: guantes de invierto, chaqueta térmica y cubre cuello hasta las cejas.
Mucho frio a 4200 msenm |
Llegue a una altitud de 4200 metros y debo reconocer que sigo teniendo que dar grandes bocanadas en busca de oxigeno porque aun no estoy aclimatado del todo.
La bajada fue larga hasta Tiquina, en el lado bolivariano del Titicaca, ahí tuve que subir la bici a una barcaza para atravesar el estrecho.
Coincidí con un matrimonio alemán de mediana edad que iban en un enorme camión adaptado como casa y con atributos suficientes para cruzar por cualquier desierto que se les ponga por delante. Me comentaba èl que vendieron todo en Alemania para poder realizar este viaje por el mundo en aproximadamente seis años, de los cuales llevan dos por América. Comentamos cosas, sobre la gasolina tan mala que usan por acá que hace que el camión suba lentísimo las cuestas, tanto que, bromeaba èl, a su mujer le daba tiempo a recoger flores al borde de la carretera. Y còmo les recuerdan a Hitler, o còmo enseguida te sueltan el rollo del imperialismo americano y que si Evo prohibió y que si Evo no se què… si, la verdad es que son pocos pero a mi me tocò dialogar con un exmilitar y joder, que peñazo me largó.
Y todo fue bien hasta que empezó el atardecer. Me habían dicho que en Batallas tendría alojamiento, sin duda. De nuevo una mala informacion porque el pueblo es grande pero solo un sitio tenia “hospedaje”. Me enseñaron la “habitacion” y salí corriendo, cabreado y diciéndole a la encargada que aquello no se le ofrecía, ni gratis, a un ser humano. Y es verdad, vaya mierda, un colchón hundido hasta el suelo, todo viejisimo y sin sabanas. Y un vàter asqueroso situado en otra planta. Por supuesto no había ducha y claro, toalla y jabòn para qué.
Unos kilómetros adelante decidí parar y montar la tienda a pesar de lo frías que son las noches, Vi una iglesia evangélica y un colegio al lado; la idea era pedir permiso para dormir dentro pero me informaron que llegaría muy tarde el encargado. Todas estas gestiones las hice con Oscar, un vecino, quien después de charlar un rato conmigo y, supongo yo, que visto que el viajero era un tipo de fiar, me ofreció un espacio en su casa. Y ahí pasè la noche, dentro de mi saco sobre un camastro y con unas mantas que me dejò. Muchas gracias a este chico y gracias generalizadas una vez màs al ser humano mas sencillo que es quien siempre esta ahi para echar una mano.
HACIA LA CAPITAL
Domingo, fiesta por serlo y festivo porque es el día del padre y además se celebra el Año Nuevo Andino, aunque como me decían hoy en una agencia, eso es una fiesta política del Evo.
De nuevo salí temprano. Pisè terreno blanquecino por la escarcha, me recibiò un frío de mil demonios y un ligero airecillo que llegaba frontalmente desde las montañas nevadas que flanquean la ciudad de La Paz hacia donde me dirigía. Trafico, trafico y trafico, una locura de vehículos conducidos por clones de los conductores peruanos, o sea, unos sinvergüenzas al volante. De nuevo jure y me cague en todo y en todos por lo irrespetuosos y salvajes que son conduciendo. Con todo el mundo que hablo están de acuerdo, y es que como me decían dos chicos esta mañana mientras les preguntaba “…ya, aùn estamos muy atrás”, muy retrasados en respeto, se refería. Lo siento, pero debo decir que en educación vial están bien jodidos pero en en educación cívica no aprueban ni el diez por ciento de los conductores con los que me he topado. A ver si aprenden de sus compatriotas de a pie que siempre me saludan y me animan con una enorme amabilidad.
Y de pronto llego a lo que yo creía un pueblo grande, en realidad las afueras de la capital. Y como estaban en fiestas era el mayor caos que vi nunca, así que parè, dejè la bici en la acera y me senté en uno de esos chiringuito callejeros donde venden comida de una forma que no pasaría el mas mínimo control sanitario.
Le pido a la mujer un plato de “aquello”, un popurrí de pasta carne, y otras cosa que no conozco. A mi lado, dos perros esperando cacho, en mi entorno todos comemos en silencio, otra mujer lava los platos con jabón en un barreño y los “aclara” en otro con agua. El “gringo” al que todos miran, acaba de comer, paga y se va. Voy a una tiendecita, pregunto si tiene botellas de agua de medio litro, me mira y me dice “tres bolivianos y medio”, pongo cara de mala leche, la miro y le digo “he preguntado si tiene gua, no su precio”.
La compro y sigo entre una maraña de gente cruzando corriendo entre coches y humos negros, perros por todas partes buscándose la vida, cientos de personas al borde le la carretera esperando un transporte de los tantos y tantos que hay… y lo que mas me jode, niños trabajando.
Ahí estaba un chaval de unos ocho años, en medio de la carretera con un cubo lleno de algunas golosina de colores ofreciendolos a los conductores de ambos lados. No es el primer crío que veo en Bolivia trabajando. Mas adelante, en la capital, mientras sacaba una foto a una estatua del Chè, otros dos niños ejercían de limpiabotas.
¿Quièn serìa el cabeza pensante? |
Había coches con pinchazos, es absolutamente normal, algún santo se apiadó de mí y permitió que mis ruedas ni reventaran ni pincharan. !!Loado sea el Santo¡¡
Y para que contar más. A esto me refería cuando dije lo de las guerra antes de llegar a La Paz. La salida de Lima, que tanto miedo me dio, es una broma comparado con lo de hoy.
Como curiosidad y dedicado a mis colegas telefónicos les dejo un par de instantáneas de cómo son algunas instalaciones de acometida telefónicas en la actualidad.
Yo juro que en todos mis años de profesional, jamas vi semajante cosa. Aquí, para arreglar una avería debes ser mas adivino que técnico, joder que galimatías.
He cogido un hotel con todos los servicio y barato y ya tengo el boleto para mi jornada en bicicleta en la bajada por la llamada “carretera de la muerte”, legendaria por su peligrosidad en otros tiempos. Mañana sabré como es actualmente.
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