viernes, 19 de junio de 2015

Copacabana (FINAL en PERU)

Salí de Puno sabiendo que me quedaban 140 km hasta la frontera con Bolivia así que partí el recorrido en dos: 80 hasta Juli y 60 para llegar tranquilo al día siguiente y gestionar los tramites fronterizos.

Antes de nada haré referencia al frío que hace por las noches especialmente, aunque por el día también hay que ir abrigado constantemente. Se nota la influencia de la altura. Desde Puno la altitud media es de 3850 msenm, y la prueba de que hace bien fresquito está en que todas las camas de los alojamientos siempre aparecen hechas con tres mantas. Por esto soy bastante reacio a montar la tienda de campaña en cualquier sitio, así pues lo evitaré siempre que pueda, jeje.

El recorrido, ya esperado era llano y siguiendo la costa del Lago Titicaca con estupendos paisajes y una muy variada fauna. Me quedo sin saber que similitud tienen las gaviotas de aquí comparadas con las de mar. Pero de todo, lo que mas me llamo la atención era ver tumbas individuales de difuntos diseminadas por doquier.


 Yo pare a pie de carretera donde en un espacio de 50 metros a la redonda había un pequeñísimo cementerio, vacas pastando, una parada de bus pegada a las tumbas, y hasta un recogedor de basura.

Todo muy practico, vas a la parada a coger el bus y de paso te llevas la basura. Y te sientas al lado de alguna tumba de algún conocido mientras le rezas y observas las vacas. Fuera coñas, yo estaba algo mosca porque desde Puno hasta Juli las tumbas aisladas o por pares estaban en fincas y muy pegadas a las viviendas. Tuve que preguntar hasta tres personas para quedar convencido de que por aquellas tierras podías hacer los enterramiendos donde quisieran. ¿Curioso, Verdad?. No pude por mas que pensar en Becquer y aquello de : “..Dios mio, que solos se quedan los muertos”. Pues aquí no, aquí los tiene  bien cerquita,  y ellos, los muertos en sus fincas y en sus hogares de toda la vida.



Llegue a Juli y como de costumbre me voy a la plaza principal y observo a la gente y los alojamientos dando vueltas en mi bici. La coincidencia con las salida de los colegios provoca que los chicos se agolpen poco a poco y con timidez en torno a mi. “Hola, gringo”, “Hello”, etc… al final entran en confianza y te fríen a preguntas. Aprovecho, hacemos un ratito de charla, nos hacemos la foto y adiós. Muy simpáticos estos críos.




Mas tarde, mientras leo mi guía de viajes se me acerca Alfredo, un hombre de mediana edad. Estaba bastante “bendecido por dentro” y se ofrece de guía para hacerme de  tal por el pueblo. Y Ahì me ves a mi, que no se decir no a casi nada ni nadie, acompañado del buen amigo hacia un museo cercano mientras compartimos codazos porque el bueno de Alfredo perdía el centro de gravedad con frecuencia.

A pesar de todo me contó cosas interesantes y tuve que dejar constancia de su ayuda sacándole una foto en la entrada de su casa de la cual presumió mucho por ser de la época colonialista. Que buena gente se encuentra uno cuando viaja.


De Juli a la frontera

Lo previsto: viaje tranquilo y soleado hasta la frontera y disfrutando del paisaje.

Hice una parada en un alto a pie de carretera y sobre el Lago Titicaca porque divise estructuras que me recordaron a Galicia y a las bateas del mejillón, otras parecían trampas o criaderos, en fin que estaba dispuesto a preguntar pero llego un coche con cuatro hombres y por primera vez en el viaje me hicieron poner en alerta dado su comportamiento, así que después de sacar una foto a la matricula del coche me fui sin pensármelo dos veces. 

El cruce de fronteras muy fácil, puro tramite de pasaporte y cambio de moneda antes de entrar en Bolivia. Ocho kilómetros hasta Copacabana y en la primera calle me encontré a cinco chic@s argentinos de aspecto bohemio y me informaron. Total que en menos de diez minutos el tema hotel resuelto. Y es que acabas convirtiéndote en una persona muy observadora y, aunque a veces te llevas un chasco, las mas, aciertas.



Había una visita casi obligada en Copacabana, y es ir en barco a una de las famosas islas ”Del sol” o de “La Luna”. Ambas están en la parte boliviana del Titicaca.  Elegí la del Sol y me di un buen paseo por la isla. Junto a un argentino, Mauricio Silva, que viaja en su moto junto a su perro “Latino” subimos a lo mas alto y sacamos unas cuantas fotos. La isla en si es una preciosidad por sus vistas y especialmente la parte norte que no pudimos visitar. Unas pocas horas de sol que nos vinieron muy bien, aunque fue cansado. De todos modos, ni punto de comparación con lo visto en Puno con la visita a las islas flotantes. Aquí ni guia ni leches, te sueltan en el puerto y te recogen a tal hora tu gestionas tu tiempo hasta la recogida del proximo barco. No me gusto nada el trato.

Y ahora, un día de descanso y a partir camino de La Paz


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